miércoles, 27 de noviembre de 2013

Capítulo 398. "Donosti día 1: Mountain Fail"




Sonando: AIN'T NO MOUNTAIN HIGH ENOUGH (Marvin Gaye & Tammi Terrell)


Yo lo dije, el tren de Sabadell me suena que pasa por la estación de "Sant Andreu Comtal", Maite me dijo que no, y la creí, pero al final, ¿quien tenia razón?.
El pasado 20 de Noviembre, Maite y yo, saliamos camino de la estación de Sants desde Sabadell, y sí, pasamos por la estación de "Sant Andreu Comtal", bueno, por esa y practicamente por todas las de Barcelona, lo que nos hizo temer por llegar puntuales y despertó un bonito debate sobre a quien habria que matar en caso de no llegar a tiempo a Sants.
Por si el título no fuera suficiente pista, aviso a los lentos (que son mayoria entre los lectores de este blog) que el motivo de ir a la Estación de Sants era meternos 6 horas en un tren para ir a Donosti..., por supuesto el tren salida a las 7.30 de la mañana, no vaya a ser que hagamos un viaje sin madrugar.

Renfe se ahorró una bronca ya que llegamos a tiempo para coger el tren, aunque casi la acaba recibiendo igualmente porque estábamos convencidos de que teniamos asientos con mesa y cuando entramos en el tren resulta que no..., luego dedujimos que lo que realmente habiamos cogido eran asientos de "ventana de emergencia" que, dado el funcionamiento de los trenes ultimamente, tampoco era mala idea.
Durante el viaje Maite se dedicó a dormir y estudiar, y yo me dediqué a practicamente cualquier cosa menos dormir o estudiar. Vi un interesantísimo (mucho, pero mucho mucho, vamos, muchísimo) reportaje sobre el camino de Santiago que nos puso la Renfe con unos subtitulos ilegibles y un audio inaudible. Luego nos pusieron una película, "Un amor entre dos mundos", peli que, si obviabas la premisa absurda, se dejaba ver bastante. Por la zona de Navarra nos empezó a nevar, hubo un momento que no sabia si en la pantalla nos estaban diciendo la temperatura o los kilómetros que faltaban porque a cada nueva actualización el número era más bajo llegando hasta los 2 grados. Fue un momento un tanto terrorífico, ya que al ritmo que bajaba la temperatura y viendo la distancia que nos quedaba hasta Donosti temiamos que en la ciudad la temperatura pudiera estar sobre los -40 Grados, por suerte la temperatura volvió a subir y cuando aterrizamos era de unos agradables 8 grados... o casi.

La llegada al hotel fue rápida, esta vez lo teniamos a 10 minutos de la estación, algo con poco mérito en Donosti porque practicamente todo está a 10 minutos de todo.  La primera acción de Maite al llegar a la habitación fue aplastar un mosquito que estaba esperando en la pared, lo que le valió el sobrenombre de "Doñaosti".

Nuestra primera visita fue el Kursaal y la playa de Zurriola está detrás y que estaba plagada de tarados haciendo surf. Cruzamos el rio Urumea (dedicado a un señor que se llamaba Uru y gustaba de orinar en el rio) por el puente que da a la desembocadura y vimos el espectáculo de las olas furiosas del Cantábrico entrando en el rio.
El siguiente objetivo era el Paseo Nuevo, pero antes hicimos una parada de avituallamiento (era la hora de comer) en el Bar Santana. Los pinchos que allí se esponian tenian una pintaza descomunal, pero decidimos dejar los pinchos para la noche y comimos unos platos combinados que basicamente eran lo mismo que los pinchos pero en un plato. Maite pagó con la tarjeta de crédito, y cuando el señor sacaba la tarjeta parece que tenia problemas, como si hubiera algo atascado, saco una moneda de 2 euros y nos dijo si era nuestra o de él, sin tiempo a reaccionar dijo que la partiriamos y partió literalmente la moneda (a estas alturas es cuando me di cuenta que el señor nos estaba haciendo un truco de magia), fue divertido si, pero un poco de cara de pasmo si que se nos quedó.

Nos dirigimos hacia el puente nuevo mientras el agua de las olas chocando contra las rocas nos iba remojando de vez en cuando y mientras desmentiamos el mito de que en Donosti no hay aparcamiento en la zona azul (hay una foto que lo demuestra). Aquí he de decir que durante el primer día nos iba lloviendo a ratos, según mi movil ese día la lluvia nos iba a respetar bastante y sabia las horas a las que, en teoria, nos iba a llover, nos fue muy bien para saber lo que NO teniamos que hacer, basicamente porque en el tema lluvia no acertó ni por causalidad. Como iba diciendo antes de interrumpirme a mi mismo, tocaba ir al Paseo Nuevo, pero... nuestro pozo en un gozo, el paseo estaba cortado, ya había leido que hace unos meses un joven había tenido un alegre encuentro con unas rocas que se desprendian del monte Urgull y supongo que alguien pensó que unos turistas muertos no son buenos para la marca "Donosti".Decidimos seguir por la parte vieja, pasamos por el Museo de San Telmo, la iglesia de San Vicente y la de Santa Maria del Coro hasta llegar a la Bahia de la Concha, llamada así en honor a Concha Velasco o, como diria un argentino, a la concha de su madre.
Allí estaba el ayuntamiento en el que vimos el curioso juego de las banderas que tienen allí, abajo, había 5 banderas pequeñas (Europa, Donosti, España, Euskadi y Mordor) y en el balcón solo una, de Donosti, enorme... . Paseamos por los jardines de enfrente del ayuntamiento que tienen cosas como monumentos a felinos, árboles agarrados con alambres o un monumento-arbol dedicado al actor secundario Bob o a la actriz primaria de cierto corto.

Nuestro siguiente objetivo era el monte Igueldo, decidimos coger un bus, el 16, que estaba en la Plaza Guipuzcoa antes recorrimos el parque que hay en la plaza, un parque donde había barometros, termometros y un monton de artefactos meteorológicos en una columna, vamos, como mi aplicación del movil pero acertando. El 16 llegó bastante rápido y nos hizo un bonito recorrido por las cuestas de Donosti. Maite intentó hacer fotos desde diferentes asientos pero desistió de moverse al poco rato dado el modo de conducción psicópata de nuestro simpático chofer.
En pocos minutos llegamos al funícular situado a los pies del Monte Igueldo. Muy bonita la plaza, marco incomparable y tal, pero totalmente vacia..., mientras el bus del conductor psicópata se alejaba vimos en la puerta del funicular un cartel anunciando que los Miércoles (no los Martes) el funícular cerraba, solo los Miércoles, precisamente los Miércoles... .  Ponerse a escalar el Monte Igueldo a pie no era una opción..., o sea que pasamos al siguiente plan: El Peine del Viento.
El Peine del viento no son más que 3 esculturas incrustadas en las rocas contra las que chocan las olas del Cantábrico. Fuimos hacia allí, la visión era espectacular y daba bastante respeto. Había unos agujeros en el viento a los que se me ocurrió asomarme, de pronto un viento huracanado salió de uno de ellos haciéndome un estiramiento facial rápido y gratuito y aun tuve suerte ya que poco después los mismos agujeros despedian viento y agua. Maite se asomó con más cuidado y obtuvo un bonito peinado..., curioso que allí donde está "El Peine del Viento" tengan unos agujeros donde sale viento que te despeina... . Nos acercamos al borde con sumo cuidado ya que el salpicar de el choque de las olas contra la roca, en más de una ocasión, superaba la barrera de piedra. Intenté que Maite me hiciera una foto huyendo de uno de esos bloques amenazadores de agua con escaso éxito, cuando yo salia bien las olas no salpicaban y en los choques más bestias yo no estaba o alguien apuntaba la camara a otro lado. Maite tuvo más suerte, en su primera foto conseguimos el efecto deseado..., si es que no hay nada como un fotógrafo con talento. A pesar de todo conseguimos salir de allí secos, no tuvo tanta suerte un turista ruso (un tio que se le veia superinteligente... mucho mucho) que acabó bañado de arriba a abajo ante el regocijo y la risa general, empezaba a lloviznar y decidirnos emprender el camino de vuelta, lástima, porque acababa de llegar una manada de jubilados que prometia más de un incidente.

Está vez decidimos volver caminando, pasamos por el palacio de Miramar y los jardines de alrededor con una fina llovizna que se transfigurando en tormenta furiosa a medida que avanzábamos por el paseo, una lluvia que nos atacaba por la retaguardia con lo que acabamos llegando a una de las 500 panaderias colindantes al hotel completamente empapados..., subimos a hacer un breve descanso y a intentar secar un poco la ropa antes de iniciar nuestro periplo nocturno en busca del pincho perdido.

Tras un par de horas de descanso y alguna cabezadita salimos de nuevo. Certificamos que el barrio de Gros un Miércoles (un Martes no se), o por lo menos ese Miércoles, no es el lugar con más ambiente del universo, los pocos sitios que encontramos parecian salirse un pelín del presupuesto y los pinchos que ofrecian parecian demasiado "de diseño"..., finalmente caminando y por casualidad encontramos la bodega donostiarra, sitio que un señor desconocido me había recomendado el día antes en la puerta del Bar Linea Uno y entramos sin pensarlo. El sitio estaba muy bien y los pinchos fantásticos aunque he de decir que Maite tuvo mucho mejor ojo que yo elijiéndolos, con la barriga llena volvimos al hotel a caer muertos hasta la mañana siguiente.


Puro_Trap. Despeinado por el Viento.